«Me han llamado cineasta feminista, masculinista,
minimalista, maximalista,
modernista, postmodernista,
clásica, barroca, decadente,
demasiado larga, demasiado corta,
demasiado rápida, demasiado lenta,
incluso demasiado abstracta,
demasiado difícil, demasiado simplista.
Ya está bien de etiquetas.»
Abigaild Child
Estos días en los que cada reivindicación lleva su propio color (el verde para la estudiantil, el blanco para la sanitaria…) han coincidido tres proyectos que, en busca de nombres femeninos, se han colado por las grietas violetas que resquebrajan las paredes oficiales de la Historia del cine. Desde distintas perspectivas y formatos, la investigación audiovisual La dimensió poc coneguda: Pioneres del cinema, el libro de Barbara Zecchi Desenfocadas. Cineastas españolas y discursos de género y el documental El tren de la libertad se complementan tanto por espacios como por tiempos para reivindicar la presencia femenina -dentro y al margen de la industria del cine- y de paso hacernos reflexionar, al menos a mí, sobre crítica y feminismo. Al fin y al cabo, lo personal nunca ha dejado de ser político.
Pioneres del cinema es un proyecto de investigación audiovisual dirigido por Marta Sureda e Ingrid Guardiola que, al igual que la cabecera que introduce cada uno de sus vídeos, pretende mostrarnos los rostros (y con ello la identidad) de las mujeres que han formado parte del cine. A través de una exposición que se pudo ver en el Museo del Cine de Girona y también desde un espacio virtual lleno de contenidos y entrevistas, se acercan a figuras internacionales como Alice Guy, Lois Weber, Marie Menken, Gunvor Nelson y muchas otras que siguen permaneciendo en el extrarradio del canon. Con una aproximación transversal dado que no sólo hablan de directoras (también de guionistas, montadoras, productoras…) reivindican las aportaciones tecnológicas y expresivas que estas mujeres utilizaron para transmitir su subjetividad, lo que ellas denominan el «inconsciente femenino».
Por su parte, con la misma vocación investigadora pero desde la literatura, el nuevo libro de Barbara Zecchi repasa cuatro generaciones de cineastas españolas para analizar de qué manera sus formas de lidiar con el discurso de género han ido mutando de un estado de orfandad a una primera negación como autodefensa y finalmente a un sentimiento de unión que hoy ejemplifica CIMA (la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales). Zecchi, que agrupa a las directoras en cuatro categorías estructurando el libro de forma cronológica (precursoras, pioneras, progenitoras y herederas), persigue devolver el «foco» a las mujeres como individuos y sujetos reales (delante y detrás de la cámara), un foco que el discurso patriarcal sobre la historia del cine desplazó hacia la construcción de una Mujer única, representante de todas las demás.
En opinión de Zecchi, después de las posiciones estratégicas y de carácter performativo que se dieron en la Transición (la masculina representada por Pilar Miró, la femenina de Josefina Molina y la feminista de Cecilia Bartolomé), los años 90 supusieron la llegada de las «herederas», aquellas primeras realizadoras que por fin tenían un espejo donde mirarse y un relevo que tomar: Chus Gutiérrez, Icíar Bollaín, Marta Balletbò-Coll, Patricia Ferreira, Laura Mañá… A lo largo de este último apartado, la autora traza un recorrido por el cual, desde el inconsciente genérico y más tarde ya desde la concienciación, las cineastas españolas han ido abrazando el feminismo y la diferencia superando los miedos a ser relegadas al gueto del «cine feminista» o «de mirada femenina», etiquetas que en ocasiones desde el terreno de la crítica y la información cinematográfica se han aplicado con demasiada comodidad sin acompañarlas de un discurso desarrollado. Una muestra de este temor por el encasillamiento es el hastío que Icíar Bollaín transmitía en su texto «Cine con tetas» (Heredero, 1998*) en el que se quejaba de las preguntas recurrentes sobre la diferencia entre un director y una directora de cine, entre «dirigir con o sin cola. (…) O quizá piensan que nos falta algo (la cola) y por eso buscan y buscan cómo nos sentimos. Yo bien, gracias.»
Probablemente el cansancio que se desprende de las palabras de Bollaín sea el mismo con el que Abigaild Child pedía el fin de las etiquetas después de que su obra se tildara de feminista, masculinista y una ristra de adjetivos que en ese contexto resultaban reduccionistas. Sin embargo, en opinión de Zecchi, el atributo «femenino» no tiene por qué serlo. Ignorarlo sólo conduce a la permanencia del status quo:
Para acceder a la posición de sujeto del hecho fílmico, la mujer caería en la negación de lo femenino, asumiendo así implícitamente y perpetuando una de las bases que sustenta el sistema epistemológico patriarcal, por el cual lo masculino corresponde a lo universal y lo femenino a la desviación de la universalidad» (…) A mi entender, ignorar la diferencia de género corresponde a ignorar la discriminación que está en la base de esta diferencia».
Esa encrucijada que Child reconocía como propia («por un lado no quiero estar en el gueto del «cine feminista», pero por otro lado no quiero que nuestras voces no se oigan») también se ha dado en el caso español. Las voces que oímos en Pioneres del cinema resuenan entonces en Desenfocadas porque la resistencia a la plena inserción de la mujer dentro del mundo del cine y a su reconocimiento se ha dado desde los inicios y se sigue dando en clave internacional, aunque la actitud hacia esta discriminación ha ido cambiando. En el contexto español, Zecchi interpreta la creación de CIMA en 2008 como la toma de conciencia de género por parte de las realizadoras de nuestro país. Si avanzamos hasta el presente, el documental El tren de la libertad, estrenado hace apenas unas semanas, podría considerarse un paso más en esta reconciliación entre teoría feminista y práctica cinematográfica. Realizado por más 80 mujeres -entre ellas muchas de las que ya estaban en activo en los años 90-, la película registra las movilizaciones ciudadanas que se organizaron contra la reforma de la Ley del aborto propuesta por el Ministro Gallardón. Frente al aislamiento que se dio en el pasado, este documental colectivo representa una muestra contundente de la interiorización del discurso feminista y del sentimiento actual de colaboración entre cineastas.
Los tres proyectos conforman una tríada de investigación, análisis y práctica que rescata nombres del pasado y da visibilidad a esas otras historias del cine que avanzan en paralelo a la escrita con mayúscula. Igual de importante es que las cineastas sean reconocidas como que las investigadoras puedan reconocerlas. Igual de importante es que el cine sea hecho por hombres y por mujeres como que sea pensado por hombres y por mujeres.
*1998, Heredero, C.F. La mitad del cielo. Directoras españolas de los años 90. Málaga: Primer Festival de Cine Español de Malaga-Ayuntamiento de Málaga- Ministeri0 de Educación y Ciencia, pp. 51-53
Gracias, Andrea.
Dejas un montón de reflexiones y posibilidades de análisis. Tanto en tu texto, como en los vídeos y enlaces que proporcionas. Y me parece clave tu párrafo final:
«Los tres proyectos conforman una triada de investigación, análisis y práctica que rescata nombres del pasado y da visibilidad a esas otras historias del cine que avanzan en paralelo a la escrita con mayúscula. Igual de importante es que las cineastas sean reconocidas como que las investigadoras puedan reconocerlas. Igual de importante es que el cine sea hecho por hombres y por mujeres como que sea pensado por hombres y por mujeres».
Sabes que normalmente suelo irme al cine clásico y siempre me encanta recordar y destacar la figura de la actriz Ida Lupino que también fue directora y posee una interesante filmografía pero de distribución compleja. No estaría mal un pack de dvd que recogiera su filmografía como directora. Yo he leído más de su obra que poder visionarla. De momento solo he podido disfrutar de El bígamo y estoy detrás de El autoestopista.
Besos
Hildy
¡Gracias por comentar Hildy!
Justo el otro día un amigo me hablaba de «El autoestopista» como la mejor película -junto a El bígamo- de Lupino. También me citó «Outrage» por lo relativo a las cuestiones de género. Creo que la primera sí está editada (al menos el blu-ray), y ya estoy encontrando formas de conseguir la otra. En cuanto nos veamos en septiembre si la tengo en mi poder te la pasaré encantada.
¡Besos!