San Sebastián (IV): ¿Cuántas formas hay de abrir los ojos?

Suele pasar en los festivales: la película que te pierdes es la que acaba ganando. El primer día opté por The wind rises y me quedé sin ver Pelo Malo, la que ha resultado ser ganadora de la Concha de Oro. Muchos han echado en falta que apareciera LA película, aquella cinta incontestable que reuniera todo lo necesario para que crítica, público y jurado se pusieran de acuerdo y volvieran contentos a casa. No ha aparecido en la Sección Oficial que algunos críticos tachan de discreta o irregular. Como no puedo ni alabar ni criticar la decisión, el Palmarés queda más en una anécdota y esta última crónica se convierte en un resumen de impresiones personales, de puentes entre películas y apuntes escritos a boli.

Lo que fuimos, lo que seremos, lo que somos

hector y diane

En un festival es inevitable acabar mezclando películas y trazando conexiones que quizá fuera de él no tengan mucho sentido. Al escuchar la conversación que en Club Sandwich Héctor tiene con su madre rápidamente pensé en Diane, la protagonista de Puppy love, y la charla que mantenía con su padre en el coche. Da igual que seas adolescente en Méjico o en Bélgica, pensé, acabarás haciéndote las mismas preguntas… Quizá porque parece que es en la adolescencia donde todo se forja, ha habido varias películas que abordaban esta fase dominada por la curiosidad sexual, aunque la ingenuidad de Héctor nada tenga que ver con las aventuras de Isabelle en Joven y bonita o la impulsividad de Adèle. Daría para un buen debate que estas dos últimas adolescentes, las más «atrevidas» por así decirlo en el terreno sexual, hayan sido retratadas por hombres. No en vano, Joven y bonita comienza con una escena en la que la protagonista están siendo observada con unos prismáticos. Los rostros de estas dos actrices tienen una fotogenia diferente pero al mismo tiempo igual de fascinante. Sus primeros planos llenan toda la pantalla, Adèle con una insolencia y descaro que contrasta con la niñez que aun tiene su mirada y Marine con una elegancia y suavidad que hipnotizan.

isabelle y adele

Ante tal fascinación cinematográfica por la belleza femenina una acaba preguntádose dónde están retratados ellos y dónde están las directoras que filman rostros masculinos como si se fuera a acabar el mundo, como si en sus labios y en sus ojos se encontraran todas las curas. En San Sebastián no las he visto pero en algún sitio tienen que estar.

En el otro extremo de la adolescencia encontraríamos la vejez, la del cuerpo y la del amor. Películas como Le week-end, The face of love o Gloria están habitadas por adultos que ya rondan los 60 y que tienen que lidiar con finales y despedidas. Aunque la edad se interponga entre los personajes y tú, un buen guión como el de Hanif Kureishi siempre te reservará huecos (situaciones, frases, miedos, virtudes) para que la historia no te pase de largo… «Si no encajo cuando estoy solo, imagínate con gente». Ahí ya me había ganado.

¿Y en medio de estas dos edades? Pues personajes buscándose a sí mismos (Enemy, Vivir es fácil…, Oktober, November), personajes a la deriva (Gravity), aprendiendo a golpes lo que supone la paternidad (Like father, like son; About time), e intentando seguir adelante (La herida, Dallas Buyers Club).

like-father-like-son

Pulso vs encefalograma

En una entrevista al periódico del festival Oskar Alegría (La casa Emak Bakia), miembro del Jurado de Nuevos Directores, afirmaba que a él le gusta «el cine voraz, tentacular». Yo lo identifico con un cine que demuestre tener pulso, un cine con hambre, ya sea con ganas de provocar o de engatusar, desde lo académico o desde lo radical, da igual, pero con hambre. Ha habido películas que han carecido de eso, y no porque su historia ya se hubiera contado antes y muchas veces, sino porque parecían salidas de una cadena de montaje, con la temperatura regulada y el código de barras aun puesto. Prisioners, de Denis Villeneuve, por ejemplo demuestra que aun desde el clasicismo y lo convencional pueden tenerte en la butaca sin pestañear. Dos horas y media de metraje que se hace corto.

¿Cuántas formas hay de abrir los ojos?

Y aunque parece contradictorio para abrir los ojos hay que empezar cerrándolos. Decía David Trueba en una entrevista que cerrarlos de vez en cuando ayuda a recuperar los ideales, a coger impulso. Su película, Vivir es fácil… funciona de la misma manera, la ves con los ojos entornados, encariñándote con la historia y los personajes y sales de ella con los ojos más abiertos, pensando en todo lo que te queda por delante, como si hubieras cogido carrerilla. No me parece un cine escapista aunque a algunos la ternura y amabilidad que desprende les lleve a pensar lo contrario.

Otra forma de abrir los ojos es que te muestren algo tan desconcertante como Gente en sitios, de Juan Cavestany. Un relato fragmentado lleno de situaciones y personajes absurdos, destellos de surrealismo y no lugares que logra retratar lo patético que puede ser el ser humano. Sí, a veces somos patéticos y miserables, y resulta divertido y doloroso verlo en pantalla grande. Gente en sitios es la expresión «los tiempos que corren» hecha película, una mezcla de textura sucia de videocámara y actores como Maribel Verdú, Alberto San Juan y Raúl Arévalo.

STILL_GES_05

Y por último, sencillamente te abren los ojos cuando te obligan a ver. La herida de Fernando Franco (Premio Especial del Jurado) te presenta un personaje incómodo, una mujer con trastorno límite de personalidad no diagnosticado. Cuesta entender a Ana y los altibajos que sufre, no hay motivos, antecedentes, no nos dan explicaciones y eso angustia. Te pegas a su espalda y donde va ella, vas tú. Es una historia que no te gustaría que sucediera pero sucede. En el cine y en la vida real.

Así, saltando de una película a otra, pasamos de los sueños a lo disparatado y de lo disparatado a lo más real. Quizá esa es una buena conclusión. Me gusta que en un festival haya películas que te mezan y otras que te agiten, que te abran los ojos para soñar despiertos y para que no te duerman, para que no te olvides. Ahora bien, la forma más definitiva de abrir los ojos es el final del festival. Marcharte de San Sebastián y aceptar que no todo ni todos giran alrededor del cine, reencontrarte con tu casa a medio ordenar y tu lavadora, tu rutina y tus horarios… Tu rutina y tus horarios. Paradójicamente es ahí cuando acabamos cerrando los ojos. Menos mal que el cine se empeña en lo contrario.

La-herida

4 Respuestas a “San Sebastián (IV): ¿Cuántas formas hay de abrir los ojos?

  1. Genial tu repaso y cómo lo planteas.
    Creo que la primera que voy a tener la oportunidad de ver de todas las que propones es LA HERIDA. Además me interesa mucho cómo trata el tema de la salud mental y por eso me llama bastante la atención.
    Como siempre te he disfrutado leyendo (y también tus propuestas sonoras)

    Sí, Andrea, qué hambre de cine…, de cine que despierta…
    Besos
    Hildy

    • Sí, La herida se estrena en los cines este viernes 4 y además mañana hay un pase especial en Cineteca pero he leído que las entradas ya están agotadas. ¡Ya me comentarás qué te parece! Es una de esas películas que dan para hablar.
      Muchos besos.

  2. La Herida y Prisioners? Bien, pendientes de ver junto a Pelo Malo. Por qué no hay otro Festival de Sanse en Noviembre? Me gustan tus crónicas de cine!
    No me resisto a comentar que «abriendo los ojos» se puede mirar o no; y mirar se puede hacer hacia adentro o hacia fuera o….
    Aunque no haya festivales no nos falles a los adictos a filmin365!

    • Lo bueno es que las películas llegarán a los cines, las dos primeras seguro, «Pelo malo» busca distribución en España…
      Sí que es cierto, además de abrir los ojos tiene que existir la voluntad de mirar. «El peor ciego es el que no quiere ver», ¿verdad?
      Gracias por comentar.

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