Buenos Aires y lo posible

I.
«Les voy a contar por qué yo no soy actriz»
(o por qué sí podría dedicarse a la stand-up comedy de autor)

II.
Ricky está completamente calvo («pelado» le dicen) y su cabeza brilla bajo los focos. El primer día vino todo de azul: camiseta azul de algodón, pantalón corto azul, zapatillas de deporte azul oscuro. En la siguiente clase su atuendo resulta aún más peculiar. La profesora, Feli, nos pide que vengamos con ropa que nos presente como un arquetipo: “No me refiero a un disfraz, algo que sea posible”. Repite mucho esa expresión cuando al pedirnos que actuemos guiados por un estado de ánimo caemos en la parodia. “Que sea posible, Andre”.

Hoy el vestuario de Ricky en otra persona no sería posible y eso es precisamente lo que le hace distinto: camisa hawaiana horrenda, pantalón de chándal con rayas a los lados y zapatos de vestir con calcetín blanco. Al finalizar la sesión, una ronda de comentarios en voz alta. Concluimos que Ricky de por sí es cómico. Su cuerpo dice tanto de él que le sobra enfatizarlo con esos looks deportivos. A la semana siguiente debe presentarse vestido de manera convencional y Ricky opta por vaqueros claros y camisa blanca. En los últimos minutos de la clase, él, Ana y Leo hacen una improvisación redonda en la que Ricky se impone como padre de familia, caminando de un lado a otro mientras despotrica contra su hijo suicida. Lionel, con esos dos mechones sobre la frente, intenta jugar la carta de chico apocado que se entrega a la rebeldía juvenil. Mientras ellos se enzarzan en una discusión, Ana se mantiene paciente sentada en mitad del escenario, apoyando la cabeza contra la pared. La situación es grave y aunque ninguno esté conscientemente en el terreno de la comedia la escena levanta risas. Quizá porque en el clímax de la bronca los tres parecen salir de una película diferente: Ana desprende ese desasosiego propio del cine de Martel; Ricky perfecciona ahora una versión dramática de Dean Norris; Leo es un desaforado Martín Hache.

Aplaudimos. La profesora felicita a Ricky por haber tomado las riendas. En su rostro intuyo una mezcla de satisfacción ante el reconocimiento pero también de derrota. Él quería ser un bicho raro y entre todos le hemos empujado a ser otro tipo corriente.

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