I.
A mitad de su charla Jorge Dubatti se siente tan cómodo que deja el discurso a un lado y se arranca a contar una anécdota personal. Recuerda que, cuando en 1995 se estrenó Europera V de John Cage en el Teatro Colón, el público empezó a abuchear al intérprete por no cantar durante varios minutos. Ante semejante protesta (“¡Cantá! ¡Cantá!”), el actor se levantó la máscara de conejo, prenda estrella de su vestuario, y contestó: “¿Cantá? ¿Pero qué queréis que cante si no me dejan…?”. La directora de aquel montaje fue Vivi Tellas. Busco información sobre ella y tras una charla TED y algún que otro reportaje descubro que hoy mismo está en Pamplona, participando como jurado en la undécima edición de Punto de Vista. En el móvil aún guardo fotos del festival y un vídeo del 19 de enero de 2015, cuando empezó a nevar.
II.
El domingo en el teatro Cervantes se organiza una sesión especial dedicada a Pavlovsky. De 12 de la mañana a 12 de la noche, se celebran lecturas simultáneas de sus obras en varios puntos del edificio, desde el escenario principal hasta las salas de ensayo. En la planta novena escucho Camello sin anteojos. En el ascensor solo caben tres personas en cada viaje, así que pasamos un buen rato esperando a que se ocupen todas las sillas. Los actores esperan con nosotros. Sin caracterización, sin decorado, solo con una botella de agua junto a cada uno. Dijo Pavlovsky: “Existe la idea de que para que el mundo funcione un poco mejor hay que excretar un sector de la población fuera de la producción capitalista. Un mundo basado en el individualismo, la introspección, el egocentrismo (…) En ese mundo nos queda muy poco espacio. O formás parte de la maquinaria, sos un yuppie o un sociólogo de marketing o te queda una zona. ¿Qué hacer con esa zona? Te podés suicidar, te podés deprimir, te podés resignar o podés encontrar optimistamente ciertos territorios de producción de subjetividad que, como dice Guattari, se hacen por los bordes, espacios donde independiente de toda maquinaria florecen otras opciones existenciales”.
III.
Después de varias sesiones sin dar con el parecido exacto, por fin le pongo una imagen a Cata. Krysten Ritter. Cuando la profesora, Feli, nos pide un atuendo distinto a nuestra ropa de diario, Cata viene de estilo punk: shorts oscuros, una camiseta con las mangas cortadas y unas botas bajas. En la siguiente sesión tiene que trabajar con la imagen de la feminidad, y ella elige vestido rojo, labios magenta, tacón negro. Algo similar ocurre con la exuberancia de Cami. El primer día la profesora le da el sobrenombre de Shakira por su melena rubia, algo asalvajada. “Déjanos ver lo sexy que eres. No te escondas.” Y Cami se ruboriza pero se nota que no es la primera vez que recibe ese comentario.
El ejercicio sobre papel es extremadamente sencillo, en la práctica cuesta: no hay que actuar como otro, sino como uno mismo. Las improvisaciones tardan en empezar, a veces varios minutos en los que miras de reojo a tus compañeros de escena, tratando de reconocer qué atmósfera se está construyendo, sin prisas. Dejando que te vean. “Fíjenese si no en los actores de Hollywood, los muy hijos de puta. Lo único que hacen es quedarse ahí parados. Pero lo hacen rebien”.
A Flor la profesora le pide que controle esa tendencia a comportarse como si tuviera diez años más. A Lola que se atreva a quedarse en silencio. A Guido que trate de no hacer reír. A Mariana que le dé cancha a esa imagen de ricachona. Al chileno que trabaje la voz de locutor. La clase termina con una improvisación en la que Fede se ha ganado el mote de ‘el Ruso’. Por su barba y la forma de comportarse, bien podría ser el cuarto personaje de Viaje a Darjeeling.
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