Tal vez no haya mejor definición para La idea de un lago que aquella con la que Noël Burch explicaba la esencia del cine: «un film es una sucesión de trozos de tiempo y de trozos de espacio». La película de Milagros Mumenthaler es, efectivamente, varios pedazos de tiempo (una infancia, un paso breve por la juventud y el presente adulto) y también -y sobre todo- varios trozos de espacio: un lago filmado desde distintas orillas y a través de la memoria, un paisaje salpicado de bosque que parece permanecer intacto, como si el agua no envejeciera, ni tampoco las hojas o las cortezas de los árboles. En este lugar eterno se suceden recuerdos sin que podamos distinguir qué perteneció un día a lo real y qué forma parte de la imaginación de la nostalgia. Pero también existe ese mismo lago fotografiado por la protagonista, otro espacio más, una representación dentro de la primera que nos habla de la tangibilidad de lo analógico. El padre de Inés desapareció durante la dictadura cuando ella era pequeña y, sin embargo, esa porción de agua sigue impregnada por su presencia. Al fondo, el lago; en primer término, ellos dos:
“… Me paro en la proa del bote, mi papá en la isla, un conquistador en malla, me da la mano. Mi mamá corre a buscar la cámara. Clic. Esta es la única foto que voy a tener sola con mi papá. El invierno llega más rápido de lo esperado y se lleva todo. El 21 de marzo de 1977 desaparece mi papá. Pero esa foto queda. Y muchas fueron las veces que revisé el cajón de la mesita de luz de mi mamá para mirarla. Es en la imagen que más confío”(1)
Buscando fotogramas de la película acabé encontrando por casualidad las imágenes que sustentan estas otras. Pertenecen a Pozo de aire, el poemario ilustrado de Guadalupe Gaona que inspiró el film y que habita ese mismo espacio. Fue una pequeña e ingenua sacudida, el lago de repente cobró una dimensión real, física. También lo hicieron los retratos…
Si, como decía Proust, los objetos contienen las miradas que los han rozado, ahora entiendo por qué la película quedó eclipsada por esta galería con imágenes descargadas de aquí y de allá en un esfuerzo por cercar esa región mágica. Mezclamos aquí todos estos niveles, fotos de antes y fotogramas de ahora, también páginas de libros, incluso el intento vía satélite de localizar ese azul al sur de la Argentina, un espacio surgido del cruce entre la quietud de una imagen perenne y la tridimensionalidad de otra, un lugar ilimitado e indeterminado que al fin y al cabo, de momento, solo ha existido en nuestra mirada. No siempre las películas demuestran la hermosa capacidad que tiene el cine de crear estos territorios simbólicos a modo de refugio, tal y como hace, ya desde su título, La idea de un lago.
«En el lago las cosas están congeladas
Seguro que los peces finos y largos
no sufren el paso del tiempo»(2)
«…la distinción entre «memoria voluntaria» y «memoria involuntaria» acuñada por Proust en En busca del tiempo perdido.
Si la primera es la del intelecto y no ofrece real conexión con el pasado, la segunda es el resultado del encuentro azaroso entre un sujeto y un objeto material o las sensaciones que este evoca.
Para Proust los objetos conservan las miradas de los que lo han rozado,
lo mismo para Valéry para quien «las cosas que yo veo me ven como yo las veo a ellas»» (3)
(…) La familia que choca sus copas y ríe a carcajadas apenas me arrulla.
Entre ellos y yo
hay un pozo de aire. (…) (4)
El lagarto está llorando.
La lagarta está llorando.
El lagarto y la lagarta
con delantalitos blancos.
Han perdido sin querer
su anillo de desposados.
¡Ay, su anillito de plomo,
ay, su anillito plomado!
Un cielo grande y sin gente
monta en su globo a los pájaros.
El sol, capitán redondo,
lleva un chaleco de raso.
¡Miradlos qué viejos son!
¡Qué viejos son los lagartos!
¡Ay, cómo lloran y lloran,
¡ay! ¡ay! cómo están llorando! (5)
1, 2 y 4: poemas de Pozo de aire
3: «Miradas de otro. El regreso a lo perdido en dos ejercicios fotográficos de memoria», de Jordana Blejmar y Natalia Fortuny.
5: El lagarto está llorando, de Federico García Lorca
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