A estas alturas de festival Borja Cobeaga habrá contestado todas las preguntas posibles acerca de la vertiente política de Negociador, una comedia que se inspira en las conversaciones que el político vasco Jesús Eguiguren mantuvo con ETA entre 2005 y 2006. No vamos a negar la importancia del tema y el interés por saber cómo uno se aproxima a estos hechos que, si bien son ficcionados con total libertad por Cobeaga, remiten inevitablemente a un contexto social y político conflictivo. Sin embargo, como estas cuestiones ya están más que habladas en otros medios (aquí, aquí, y aquí), las preguntas esta vez fueron únicamente sobre cine. Porque Negociador, protagonizada por un excepcional Ramón Barea, puede parecer una película pequeña pero esconde una dirección más pulida, un guion que se siente más libre y una producción que acepta sin complejos sus limitaciones.
–Negociador es el primer largometraje que no coescribes con Diego San José. ¿Cómo ha sido la experiencia de volver a escribir en solitario?
Cuando tienes un productor vas haciendo sinopsis, escaletas, tratamientos…pero esta vez yo era mi propio productor. Me puse hacer una escaleta y vi que no tenía sentido hacerla, quería divertirme con el proceso de escritura. Quizá debido a esto la estructura de la película se ha resentido, es más libre y menos cerrada. Por el tipo de comedia que es creo que no requería una medida como las otras películas que hemos escrito, que son muy matemáticas: tiene que haber un chiste cada cierto tiempo, un desarrollo de secuencias muy conducido a la comedia, tienes que verlas con un cronómetro en la mano… Aquí no pasaba nada de eso. Esta vez he escrito el guión pensando mucho en la puesta en escena, mientras que cuando trabajo con Diego nos preocupamos más por otros aspectos, como la cadencia del diálogo.
-Siendo una tema así de delicado, ¿es más necesario tener un asesor cerca, un buen lector de confianza?
De igual manera que, como siempre hago, he enseñado el guion a los amigos, también los actores han sido muy importantes. Ramón, por ejemplo, ha sido un grandísmo apoyo porque más que ensayos hemos hecho muchas lecturas y servían para limar. Otras veces los actores añaden, aquí en cambio se trataba de quitar para que los diálogos fueran menos explícitos, que todo estuviera menos “masticado”…
He escrito el guión pensando mucho en la puesta en escena, mientras que cuando trabajo con Diego nos preocupamos más por otros aspectos, como la cadencia del diálogo. (…) La estructura de Negociador es más libre y menos cerrada
-El protagonista -el político vasco interpretado por Barea- parece un agente que tiene una misión secreta, pero que todo el mundo la conoce.
Es que eso es muy real porque cuando ves documentos de lo que pasó te das cuenta de que teóricamente estaba haciendo algo súper secreto, pero que todo el mundo estaba al tanto de ello. A la hora de construir el personaje he querido incidir en los aspectos más cotidianos. La idea era crear una capa de costumbrismo, como una película de espías de andar por casa. Para mí era una versión de chichinabo de una novela de Le Carré.
-La decisión de escoger a Carlos Areces como jefe de ETA parece arriesgada por su pasado «chanante».
Sí que lo es. Esta es una película muy familiar. La mayoría de los actores son comediantes puros (Alejandro Tejería, Oscar Ladoire, Secun de la Rosa…) pero no están en la película por eso sino porque son mis amigos y los actores con los que suelo trabajar. Me parecía muy coherente llamar a gente con la que tuviera mucha facilidad porque sabía que el proyecto era delicado y complicado. En cuanto a Carlos, me llamaba la atención su lado oscuro que ha aflorado en algunas películas. Mi idea era crear un personaje que pudiera parecer buena gente pero que, de repente, su sonrisa se congelase. Y Carlos es capaz de eso.
-Una de las caras menos conocidas del reparto es Josean Bengotxea, al que también hemos visto en Loreak.
Es un actor vasco con el que quería trabajar desde hace mucho tiempo. Iba a aparecer en No controles pero su escena se cayó del guion. Me parece un actor estupendo y le da una autenticidad vasca que me interesaba, ya que con Areces el jefe etarra iba a ser un madrileño. Es un tío de Donosti que ha vivido mucho, con unas experiencias muy potentes y me hacía ilusión que entendiera el proyecto.
-También es la primera vez que trabajas con la montadora Carolina Martínez. El montaje parece clave en este paso del humor físico y verbal a uno más visual como el de Negociador. ¿Cómo fue esta colaboración? La presentación del personaje por ejemplo es una genialidad.
A Carol la conozco desde hace tiempo, estaba en nuestra clase de la Universidad con Vigalondo y Nahikari Ipiña, la productora. La principal motivación de este proyecto era divertirme y mi idea inicial era montar yo mismo la película (por aquel entonces yo acababa de montar el corto Democracia). Pero ya en el rodaje me estaba gustando tanto el material que íbamos teniendo que pensé que si la editaba yo la iba a cagar. Carol en ese momento estaba libre y además teníamos bastante prisa para llegar al festival. Con ella la comunicación ha sido maravillosa y lo hemos hecho en un tiempo récord.
En el guion yo quería rebajarlo todo porque sabía que los actores iban a subirlo y en el montaje ha ocurrido algo parecido. Para mí era importante combinar secuencias de un diálogo muy picado (de una comedia más de vodevil verbal) con secuencias que tuviesen un lenguaje más reposado: planos de soledad, planos de espera (por ejemplo, el plano de un minuto de él comiendo en la estación de servicio). Me parecía que la apuesta de la película era combinar esos dos mundos. Ahí Carol fue una gran cómplice.
La apuesta de la película era combinar secuencias de un diálogo muy picado con secuencias que tuviesen un lenguaje más reposado
-¿Se puede saber en rodaje si este tipo de humor y el tono están funcionando o no se nota hasta llegar a la sala de montaje?
Creo que el rodaje es muy engañoso, cuando el equipo se ríe desconfío. Mi sensación a la hora de ejectuar ha sido la misma. Siempre he visto el montaje como una reescritura, como la última versión de guion. Pero en una película tan de actores como esta si en el rodaje no estamos todos en el mismo tono, si no estamos haciendo la misma película, es muy complicado. De ahí mi insistencia durante la preparación en, más allá de ensayar o mecanizar, hablar con los actores y con el equipo. En esas conversaciones es donde conjuntamos ideas y vampirizas sus talentos.
-¿Se eliminaron escenas en el montaje que dispararan el humor o el tono hacia un lado u otro?
No, fue un rodaje muy escueto y la película es escueta, dura 80 minutos. Yo por ejemplo notaba la diferencia entre los actores que llevaban tiempo con nosotros y los que hacían un papel pequeño, que podían llegar en un tono distinto al nuestro. Domesticar eso en rodaje a veces era complicado. En montaje hemos quitado frases, pero no secuencias. Otro asunto es si quitaría cosas ahora… No entiendo que los montajes del director sean más largos que los montajes originales. Si yo tuviera que revisar cualquiera de mis películas acabaría quitando seguramente 3 secuencias.
-¿Quitarías algo de Negociador ahora?
A pesar de las prisas con las que se ha hecho, estoy muy contento con el resultado. Es la película que tenía que ser pero siempre te gustaría estar retocándola hasta el infinito. ¡Las cosas concretas ya las dejo para el dvd!
-Al igual que la incorporación de Carolina, también está la de Jon D Domínguez como director de fotografía, con el que habías trabajado en Democracia. ¿Fue aquel corto un ensayo para esta película? Tanto la planificación visual como esos tonos fríos de Negociador remiten a Democracia.
Totalmente. Después de No controles me di cuenta de que no me apetecía dirigir comedia romántica y de que lo que yo había confundido con un estilo invisible era más bien una retransmisión. Yo pensaba en plantar la cámara y dejar que los actores hicieran lo suyo, controlar el ritmo del diálogo con el plano contraplano etc… Me di cuenta de que se puede aportar mucha expresividad con la puesta en escena, en realidad siempre lo he creído pero en ese momento lo vi claro.
El corto tuvo mucho de ensayo porque yo sabía que Jon iba a estar en esta película y, además, era de lo primero que hacía en panorámico. El uso del 2,35 me parecía muy importante. Si hablamos de tonalidades, sí hay similitudes. De hecho, en el etalonaje de Negociador, hablando con el colorista -Paulino Ibáñez- teníamos en mente los tonos de Democracia, aunque para bajarlos un poco porque el corto es más estilizado. Hace unos meses también hemos hecho Aupa Josu, una serie coescrita por Diego y Juan Cavestany que se va a emitir en ETB próximamente y que insiste muchísimo en ese lenguaje.
Lo que yo había confundido con un estilo invisible era más bien una retransmisión. Me di cuenta de que se puede aportar mucha expresividad con la puesta en escena, en realidad siempre lo he creído pero en ese momento lo vi claro.
-Siendo tu propio productor, ¿no te daba cierto miedo hacer una película sobre un conflicto tan “local” que pudiera quedarse fuera de un mercado más grande?
Sí, por eso es muy pequeña. Los riesgos son limitados porque no hay una apuesta financiera descomunal. He sido muy consciente en la escritura de cuánto podía arriesgar a la hora de escribir. Ese nivel de consciencia afecta al guion, al rodaje, a los tiempos de postproducción y a la distribución. En rodaje, por ejemplo, sabía que cuando tocaba rodar escenas más llamativas, aunque fueran de media página, había que echar toda la carne en el asador, como por ejemplo en la escena de la detención de Carlos. Pero también sabía que otras secuencias las tendría que resolver de forma más práctica. Sé que uno de los problemas puede ser que se asocie a Ocho apellidos vascos, pero con la distribuidora, el póster y toda la estrategia estamos creando una imagen muy diferente para que no haya equívocos.