DocumentaMadrid (III): Return to Homs y Ekpyrosis

Cuando la cámara entra en lo inaccesible 

Aun a pesar de sus muchas diferencias, estas dos películas tienen algo en común: cuentan desde donde nadie más puede contar. Dada la exclusividad de este punto de vista (y la ausencia de refutaciones), merece la pena intentar detectar cómo se manifiesta en el relato la relación entre el que graba y el que está siendo grabado, las implicaciones de que frente a la cámara se encuentre uno de los nuestros o uno de los «otros».

13931-2El periodismo cada vez lo tiene más difícil para informar desde Siria y por eso Return to Homs (Talal Derki, 2013) se convierte en una valiosa crónica interna del día a día de la resistencia contra Al Assad. La cinta recorre la evolución de las protestas, desde su fase inicial y pacífica -incluso festiva-, a la destrucción total de una ciudad, Homs, erigida en todo un símbolo de la tenacidad de estos manifestantes liderados por el joven Basset, antiguo portero de fútbol de la selección siria. Frente al resumen efectista y lejano que ofrecen las noticias televisivas de un minuto, el documental propone al espectador una dura inmersión en la rutina de la guerra, con el martilleo constante de los disparos y los tiempos muertos tras las paredes que sirven de escudo. Grabada por los propios soldados con cámaras de vídeo amateur, la película también maneja la idea de la construcción del líder y las motivaciones que le empujan a no abandonar su ciudad. Los edificios de Homs comienzan acogiendo cánticos y terminan derruidos, como las energías y los ánimos de quienes están involucrados en esta lucha. Un buen documental para entender cuáles son las grietas por las que se va desangrando esta revolución.

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Por su parte, Ekpyrosis (Nikolas Klement, 2013) también se adentra en otro lugar inaccesible: una colonia de menonitas establecida en la Pampa argentina. Ya desde el minuto uno nos encontramos en una sociedad y un espacio que nos es ajeno, extraído del pasado y que ha permanecido de espaldas a nosotros (la misma comunidad que Carlos Reygadas retrataba en Luz silenciosa). Ya desde el inicio por tanto la división es patente y acaso inevitable: estamos nosotros y están ellos. Un matiz que no debe pasarse por alto es que «ellos» no tienen voz, las únicas palabras que oímos proceden de un texto inventado y locutado en bajo alemán, mientras que en Return to Homs los insurgentes hablan directamente a cámara, hay discusiones sobre las estrategias a seguir y también conversaciones en clave personal. Visualmente, las imágenes de Ekpyrosis, por desconocidas y casi exóticas, ejercen un gran poder de atracción. Así, momentos que narrativamente pueden parecer insulsos -dos niñas compartiendo un caramelo, o padre e hijo trabajando- acaban revelando algún tipo de verdad y el ritmo de la película parece fundirse con el paso de los días.

Sin embargo, el director no se contenta con eso y al querer ir más allá acaba retorciendo la representación de manera forzada. En el coloquio Klement comentó que su intención era conferir a la película un tono neutral pero este objetivo se contradice con los gestos de estilo que adopta, provocando que la deseada neutralidad vire hacia el terreno del terror y lo inquietante. Por un lado, la cámara lenta es utilizada para enfatizar la lentitud del tiempo y hacer del presente un momento dilatado pero también se aplica a los retratos que hace de sus habitantes y esas miradas a cámara ralentizadas se vuelven siniestras. Por otro, esta atmósfera de extrañamiento se potencia con un sonido extradiegético, un zumbido perturbador que parece anunciar algún peligro. Y no resulta menos importante la subjetividad de la edición, que a veces resulta descarada: introduce planos de animales siendo matados, ríos de sangre, une por corte cerdos comiendo con una familia menonita cenando etc.

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Dejando al margen razones políticas o sociales que podrían influir naturalmente en la valoración, comparar los puntos de vista que ofrecen estas dos películas es interesante en cuanto atañe a cuestiones de representación. En ambas la neutralidad se rechaza (bien de manera consciente o inconsciente; bien por compromiso político, bien por una implicación emocional nula) y aunque eso no es criticable -es comprensible e incluso inevitable- sí pueden serlo las formas. Tras la cámara de Return to Homs se encuentra un cómplice, alguien que comparte bando y la película, como cabe esperar, se vuelve heroica y empática. En cambio, en Ekpyrosis no existe ningún sentimiento de pertenencia entre quien graba y lo grabado pero el retrato que parte del «yo» acaba en un «otro» excesivamente deformado, al menos para el contexto narrativo que se nos ofrece, que es mínimo. Cabe preguntarse si, al verla, los menonitas se reconocerían en esta película. O si la película de los militares sirios que intentan entrar en Homs se parece a esta otra que protagonizan quienes intentan impedirlo. La cámara seguiría siendo la misma pero cambiaría quién pasa por delante, cambiaría qué ojo está detrás.

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