En la guerra de independencia griega, allá por 1821, los turcos comenzaron a fundir piezas de la acrópolis para conseguir plomo y fabricar balas. Ante el desmantelamiento, los griegos les ofrecieron su propia munición con tal de preservar su fuente de identidad aunque tuvieran que pagarla con su vida. Así lo cuenta Theo Angelopoulos en una de las escenas que no llegó a incluirse en el montaje final de Un lugar en el cine, película dirigida por Alberto Morais. Lo que en 2005, cuando se rodó, era otra anécdota más que había sido relegada a la sección de Extras, adquirió un tono premonitorio en 2012 cuando Angelopoulos falleció atropellado mientras rodaba una película sobre la crisis griega. También él pagaba un precio muy alto por defender el arte.
No es la única premonición que esconde Un lugar en el cine, de cuyo estreno se cumplen 5 años y sobre la que ayer hablaron su director y el crítico Javier Hernández en la librería 8 y medio de Madrid. Recién salido de la escuela de cine, Morais había percibido entre sus compañeros de generación cierto desconocimiento sobre el neorrealismo, un movimiento que en España si pasó fue de puntillas. Para dar a conocer esta etapa, decidió elegir a tres cineastas (según él, “no podrían haber sido otros”) que tuvieran puntos en común, tanto vitales como cinematográficos, e incluso geográficos: el español Víctor Erice, el griego Theo Angelopoulos y el italiano Pier Paolo Pasolini. Estos tres autores mediterráneos rodaron en épocas dictatoriales y, aunque la palabra pese, se puede decir que ejercieron una resistencia y un compromiso a través del cine. Morais va un paso más allá: “para mí tenían una responsabilidad histórica”. Como resultado de estos encuentros (representado a Pasolini hablan Tonino Guerra, Ninetto Davoli y Nico Naldini) surgió una cinta que además de discurso metacinematográfico también es un regreso a lugares míticos de la historia del cine. A las aceras de Roma, ciudad abierta por ejemplo…
¿Existirán los lugares de una película fuera de ella? Vemos las calles de Roma y parecen las mismas pero a la vez son diferentes. Ocurre algo parecido con el caserón de El espíritu de la colmena. Fernando sale, Teresa toca el piano… Están ahí aunque no estén, aunque les oigamos.
¿Quiénes habrán cambiado más: estos lugares o nosotros?
Siempre que se habla del pasado se corre el riesgo de caer en una mirada nostálgica y este riesgo aumenta cuando se habla de un cine que fue y que nunca más será, como el neorrealismo. Escuchar a Erice -en 2005- afirmar que “la censura ahora discurre por la economía de las películas”, cuya existencia está ligada a las televisiones, resulta agriamente premonitorio hoy cuando ni siquiera las televisiones están interesadas en costear películas. A lo largo de su entrevista, el cineasta español insiste en trazar una frontera entre cine y audiovisual para evitar contagios y da por enterrado no sólo un modelo industrial sino la experiencia cinematográfica como tal. Morais, en 2013, parece darle la razón afirmando que “actualmente hablar de cine es casi hacer un tratado de arqueología”. Ese “casi” es una puntualización agradecida pero se nos queda corta y deja mal sabor de boca. ¿Sabor a la nostalgia de tiempos pasados y mejores? Morais lo niega señalando la diferencia entre nostalgia y memoria y añade: “si acaso mi mirada sería crepuscular, nunca nostálgica”.
..
La imagen cinematográfica tiene la fuerza de detener el tiempo. Aunque los años que pasan la modifican, el tiempo que contienen te lo devuelven de modo diferente porque nosotros que miramos hacia ese tiempo somos diferentes. Por eso es un juego tan potente entre la imagen cinematográfica y nosotros.»
– Theo Angelopoulos
…
*Si te interesa saber más:
– Entrevista de Erice y Angelopoulos con motivo del estreno de la película.
El cine,desde el punto de vista artístico, no es malo o bueno «per se»; como en el resto de las artes hay obras buenas,malas y regulares; ello no quiere decir que a determinadas épocas, temas o movimientos se les dé mayor o menor relevancia según nuestro propio tiempo de existencia. Estoy con Morais: nostalgia y memoria deben diferenciarse. Y también estoy conmigo mismo: qué pena que muchos niños y jóvenes vayan a clase de pintura, de música, etc. pero que casi nadie asista a clase de cine. Como mucho a alguna charla o conferencia, a alguna reunión de crítica cinematográfica las excepciones….Pero el CINE, que nunca se marchó ni dejará de existir,volverá a conocer épocas de esplendor. ¿Por qué en las actividades extra-escolares no se prodiga «ver pelis»? ¿Por qué «solo» sirve esa peli para entretenerse con un puñado de palomitas? Porque el «gran público» desconoce las muchas otras cosas que existen en una «peli»
Saludos a todos los amantes del cine y bienvenidos al resto!
Justo después de leer tu comentario me encontré con este proyecto:
http://www.quienesingridbergman.com
Un profesor de Sevilla que quiere enseñar a sus alumnos a rodar una película. ¡No todo está perdido!