Un truco de magia, una transformación. Una llave o una moneda. La copia o el original, otra copia. Un matrimonio y su reproducción. Italia de fondo, el amor en primer término. O la ausencia de él, su fragilidad. El amor que viene y va entre planos hasta que llega el desenlace. Una pareja en movimiento, la otra estática. Una mujer que alza la mano, la otra observa. Un hombre que corre, el otro paralizado mira al suelo. Un final. Solamente uno.

Siempre intimida estrenar un cuaderno porque parece que la primera página dictará la orientación de las que le siguen. Elegir estas dos películas –Te querré siempre y Copia Certificada– para estrenar el mío es una buena muestra de mis intenciones. En ocasiones nos empeñamos en aislar las películas cuando son cuerpos que nos contagian y a los que contagiamos de nosotros mismos. Para mí ver una película conlleva inevitablemente contaminarla de agentes tan dispares como el ambiente de la sala de cine o la escena que me trae a la memoria esta otra, las críticas que he leído antes de ir, las que leeré después, las conversaciones que surgen, el cine que me gustaría hacer al salir del cine, el cine que me gustaría hacer al llegar a casa…

Todas estas impresiones forman un conjunto de notas (cinematográficas) que en cualquier otro lugar normalmente estarían a pie de página, con letra pequeña, pasando un poco desapercibidas. Aquí me gustaría invertir esa disposición. Las sinopsis de contraportada y el listado de premios estarán abajo, en pequeñito, quizá ni siquiera estén, mientras que lo aparentemente anecdótico estará arriba. Ahí haremos un truco de magia para tirar de la anécdota, tirar y tirar para ver qué hay al final, como uno de esos pañuelos de colores que salen del bolsillo del payaso y que nunca se acaban.

Sobra decir que aquí todo es verdad y todo es mentira.

Bienvenidos.

*Si te interesa saber más sobre estas dos películas, puedes leer aquí la entrada que acompaña este vídeo ensayo.